Las nuevas formas de concebir
Iiluminemos un futuro patio escolar en hora de recreo en un prospero barrio suburbano. Dos niñas se columpian, una al lado «le l.i otra, y sus largos cabellos ondean detrás de ellas. Un chaval que cuelga de las barras paralelas, mientras provoca con burlas a su hermano que permanece abajo. Y otros niños trepan al tobogán mientras sus padres los regañan suavemente desde el banco.
Ahora consideremos la escena con detenimiento para ver cómo son realmente estos chicos. ¿Cómo son las dos niñas? En realidad, son gemelas, pero de cierto tipo, ya que una es blanca y la otra medio vietnamita. El chico que cuelga de las barras se ha recuperado recientemente de una enfermedad que amenazaba su vida, mediante un trasplante de médula del hermano concebido para ese fin. Los niños que están sobre el tobogán son de Rusia, Cíuatemala y Vietnam, y no tienen ninguna relación genética con los padres que los vigilan. Si uno observara con más atención, podría vislumbrar las características genéticas que están ocultas debajo de la superficie: la fibrosis quística que se pudo evitar; la diabetes curada mediante una implantación de células madre. La réplica biológica de un hijo amado y perdido. Uno podría ver a los niños que ya no existen o que nunca existieron, y a aquellos concebidos, creados o descubiertos para reemplazarlos.
Estos niños del futuro ya están entre nosotros. En 2001, nacieron en Estados Unidos unos 41.000 bebés mediante la fertilización in vitro (FIV), «bebés probeta» en el habla vulgar. Aproximadamente 6.000 surgieron de óvulos donados, y casi 600 bebés se gestaron en úteros alquilados o prestados. En 2003, los estadounidenses adoptaron 21.616 niños en el extranjero, y produjeron una serie de gemelos biológicamente no relacionados. Todos estos bebés fueron concebidos de un modo muy diferente por sus progenitores. Y todos ellos, a través de un medio u otro, fueron comprados.
Es difícil concebir a un niño como un comercio. A comienzos del siglo xxi, en una era marcada por los progresos tecnológicos y dominada por el capitalismo de mercado, deseamos creer que todavía hay algunas cosas que, más allá de la ciencia y los mercados, el dinero no puede comprar. Desde el punto de vista económico, estas cosas, como el amor, la verdad, los riñones y las criaturas, se definen como inalienables: las personas que «poseen» estos bienes no pueden sacar provecho de ellos. Desde el punto de vista moral hay cosas que los seres humanos, como sociedad, hemos elegido no vender, como ciertos bienes o atributos que no se pueden adquirir a ningún precio. Esta prohibición es particularmente aplicable a los niños. Después de todo, ¿quién podría ponerle un precio a una criatura? ¿Quién podría imaginar una venta semejante? La venta de niños está terminantemente prohibida en todo el mundo, y se define como una aberración más atroz e impensable que la esclavitud.
Iiluminemos un futuro patio escolar en hora de recreo en un prospero barrio suburbano. Dos niñas se columpian, una al lado «le l.i otra, y sus largos cabellos ondean detrás de ellas. Un chaval que cuelga de las barras paralelas, mientras provoca con burlas a su hermano que permanece abajo. Y otros niños trepan al tobogán mientras sus padres los regañan suavemente desde el banco.
Ahora consideremos la escena con detenimiento para ver cómo son realmente estos chicos. ¿Cómo son las dos niñas? En realidad, son gemelas, pero de cierto tipo, ya que una es blanca y la otra medio vietnamita. El chico que cuelga de las barras se ha recuperado recientemente de una enfermedad que amenazaba su vida, mediante un trasplante de médula del hermano concebido para ese fin. Los niños que están sobre el tobogán son de Rusia, Cíuatemala y Vietnam, y no tienen ninguna relación genética con los padres que los vigilan. Si uno observara con más atención, podría vislumbrar las características genéticas que están ocultas debajo de la superficie: la fibrosis quística que se pudo evitar; la diabetes curada mediante una implantación de células madre. La réplica biológica de un hijo amado y perdido. Uno podría ver a los niños que ya no existen o que nunca existieron, y a aquellos concebidos, creados o descubiertos para reemplazarlos.
Estos niños del futuro ya están entre nosotros. En 2001, nacieron en Estados Unidos unos 41.000 bebés mediante la fertilización in vitro (FIV), «bebés probeta» en el habla vulgar. Aproximadamente 6.000 surgieron de óvulos donados, y casi 600 bebés se gestaron en úteros alquilados o prestados. En 2003, los estadounidenses adoptaron 21.616 niños en el extranjero, y produjeron una serie de gemelos biológicamente no relacionados. Todos estos bebés fueron concebidos de un modo muy diferente por sus progenitores. Y todos ellos, a través de un medio u otro, fueron comprados.
Es difícil concebir a un niño como un comercio. A comienzos del siglo xxi, en una era marcada por los progresos tecnológicos y dominada por el capitalismo de mercado, deseamos creer que todavía hay algunas cosas que, más allá de la ciencia y los mercados, el dinero no puede comprar. Desde el punto de vista económico, estas cosas, como el amor, la verdad, los riñones y las criaturas, se definen como inalienables: las personas que «poseen» estos bienes no pueden sacar provecho de ellos. Desde el punto de vista moral hay cosas que los seres humanos, como sociedad, hemos elegido no vender, como ciertos bienes o atributos que no se pueden adquirir a ningún precio. Esta prohibición es particularmente aplicable a los niños. Después de todo, ¿quién podría ponerle un precio a una criatura? ¿Quién podría imaginar una venta semejante? La venta de niños está terminantemente prohibida en todo el mundo, y se define como una aberración más atroz e impensable que la esclavitud.